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Ciudad Universitaria
Ayer por azares del destino me vi obligado a visitar la escuela donde estudié mi licenciatura. Facultad de Ingeniería, UNAM, Ciudad Universitaria…
Me sorprende como las cosas, por la falta de nuestra confirmación visual de que siempre han sido así, cambian y se transmutan en entes totalmente nuevos a sólo diez años de haberlos visitado por última vez. La verdad es que, seguramente la mayor parte de cosas que según yo no estaba ahí hayan estado desde antes de que yo siquiera hubiera nacido y seguirán ahí después de que haya muerto. Pero qué diablos, para el que mira lo que no recuerda, es igual como si todo aquello fuera la reciente creación de un Dios, con suerte también nuevo, a qué haya sido creado en los tiempos del Dios más viejo.
Todas las cosas, dicho sea de paso, según yo, cambian también, como bien dice la gente, dependiendo del cristal con que se miren. Así que estoy seguro qué de diez años para acá, los cristales de mis ojos deben haberse desgastado y en consecuencia reemplazado más de una vez, aunque mi participación conciente en este proceso sea nula. En consecuencia, no es de extrañar que la visión que me dejó el día de hoy de mi Alma Mater sea muy distinta a la de los recuerdos que las acciones de un muchacho incipiente y, decía mi madre, mal oliente, dejaran en mi memoria.
Me conmueve por mucho ver a todos esos estudiantes con la ilusión pintada en el rostro, algunos por la promesa del triunfo económico, otros por la promesa del triunfo sexual y otros por la promesa quien sabe de que cosa, pero al final todos iguales, de contentos, de preocupados y hasta de satisfechos, por que no faltaran aquellos que vienen de pasar el examen de Cálculo Vectorial en apenas 15 intentos.
Me conmueve también ver una ciudad en la que los edificios no son para dormir sino para despertar, en la que los jardines no son para cuidarse sino para hacer de lechos, en todos los sentidos, queda claro. Una ciudad en medio de un bosque que bien podría decirse está encantado, no por brujas ni chaneques, pero si por ilusiones y ambiciones, por amores escondidos y por, de vez en cuando, peleas y canciones.
Finalmente me quedo con las ganas de regresar para ver si ahora que me siento todo un hombre un par de maestros me recuerdan que para los fines que a ellos competen no soy mas que un intento de respuesta correcta en un papel, donde se pregunta la vida.
Presentación
Mi nombre es Alberto y durante mucho tiempo he usado el sobrenombre de Albertus Magnus sin otra intención que satirizar la imagen que la mayor parte de mi familia tiene de mi, en referencia a mi condición de hermano mayor, nieto mayor y especie de guia de manada, es decir el más inteligente, sabio, bueno y erudito miembro del clan (dije al principio que es la imagen que mi familia tiene de mi, para los que ya han de estar pensando en dejar de leerme por pesado) . En fin lo que me resultó en sorpresa fue descubrir que existió un Albertus Magnus en la historia y para colmo es un santo de la iglesia católica y para colmo, era famoso por su extraordinario genio y extensivo conocimiento.
En fin, la imagen que yo tengo de mi mismo, a costa, cabe aclarar, de la que me han inculcado, es muy diferente, yo persigo como decía algún maestro Zen a: distinguirme por ser el más común de los hombres.
Suficiente para empezar, creo…