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Archive for febrero 2006

La paradoja de la máquina del tiempo

febrero 9, 2006 5 comentarios

Hace unos años vi una película acerca del libro de H. G. Wells, «La máquina del tiempo», la verdad es que nunca leí la obra, pero en la película se muestra, como motivo para la creación de la máquina del tiempo, la muerte de la prometida del científico a manos de un raterillo de poca monta en un parque. Esto ocurre, para mayor calidad dramática, en el momento en que él está proponiéndole matrimonio a la hermosa mujer… parece telenovela del 2, en fin, el caso es que esa muerte trágica y no aceptada crea una obsesión en el científico, capaz de romper las leyes de la física clásica para, con los escasos elementos tecnológicos de su época (principios del siglo veinte me parece), crear una artefacto capaz de viajar en el tiempo, hacia atrás y hacia adelante según sea el ajuste que se haga en los flamantes contadores mecánicos de la máquina. El tipo empieza a viajar al pasado para, obviamente, rescatar a su hermosa novia de las garras de la muerte. Triste sorpresa nos llevamos tanto el científico como los espectadores al resultar que, cada vez que la chica es rescatada, vuelve, misteriosamente y por distintas causas a morir, casi inmediatamente. ¿Por qué? se pregunta nuestro triste inventor. Y para responder a esto decide viajar al futuro, sufre un desafortunado accidente y deja la máquina encendida, de tal forma qué viaja miles y miles de años al futuro.

El futuro que encuentra cuando despierta consiste en pequeñas colonias de personas que habitan la superficie y son todo amor y ternura. Claro como en el caso de cualquier sociedad, están los malos, en este caso son una especie de trogloditas que viven en cavernas subterráneas, no entienden razones y se roban a los buenos, quien sabe para que cosas, algo así como una mutación de microbusero con mocha-orejas.

Los malos son gobernados por un super-inteligente y muy pálido ser, que habita también las profundidades y controla mentalmente tanto a los malos como a los buenos, para seguir con la analogía diremos que es algo así como Emilio Azcarraga (padre, por supuesto). Este delincuente de cuello blanco (panza blanca y todo blanco, bueno por lo menos lo que se ve en la película, que es clasificación A) resuelve, en el clímax de la historia, la duda del inventor, le dice algo así como: “dado que la muerte de tu novia te llevó a construir la máquina del tiempo, el rescatarla te impediría hacerlo, entonces si estás aquí y en consecuencia la máquina existe, tu novia deberá morir las veces que sea necesario para que esta realidad sea posible”.

Al aceptar esta relación causa-efecto de la cosas y aceptar, en consecuencia, la muerte de su amada, el científico decide matar al delincuente de cuello blanco y quedarse con una de las buenas, muy buenas por cierto, muchachas que viven en la superficie y de la cual se ha enamorado. Son felices por toda la vida, hasta que alguien vuelve a inventar el matrimonio, las oficinas y los impuestos.

¿A qué viene todo este cuento, narrado en estilo Broso-Light?, bueno, pues me pregunto, ¿cuantos de nosotros quisiéramos inventar la máquina del tiempo? Para rescatar de la muerte a las personas que hemos amado y se han ido, ¿cuantos de nosotros quisiéramos viajar al futuro para encontrar la cura del cáncer o del SIDA o de la diabetes?, para regresar con ella y salvar a un padre, a un hijo o una esposa, de tanto dolor, de tanto sufrimiento y al final tal vez de la muerte.

Estamos todos tan seguros de que si esa persona amadísima no hubiera muerto seríamos ¡tan felices!. Estamos todos tan seguros y no dejaríamos de jurar que antes de que se fuera, todo era mejor, más fácil y además, claro, haríamos tantas cosas que no hicimos juntos.

Mi hijito me decía siempre “papá: el hubiera no existe” y en el blog de un amigo leí que hubiera es el verbo haber conjugado en pasado pendejativo. Tienen razón, ambos la tienen, EL HUBIERA NO EXISTE, como no existe el pasado y no existe el futuro, todo es presente, un presente continuo que se debe vivir para, como decía Jonh Lenon, no dejar que la vida sea eso que pasa mientras hacemos otros planes.

Por supuesto que yo me imagino todos los días lo feliz que sería si mi bebecito viviera, pero también reconozco todo lo que su sufrimiento y su muerte me ha enseñado y al final creo que eso es precisamente lo que me ha abierto los ojos a una vida que no conocía, a una necesidad de dar amor en lugar de mendigarlo, a una necesidad de aprender en base a vivencias no a conjeturas, a una necesidad de disfrutar el aquí y el ahora. Me enseñó a perdonarme y a perdonar, a aceptar el sufrimiento y la muerte, como dos vías que nos brinda el universo para crecer, para encontrarle sentido a la vida. Es decir, que de alguna manera la muerte me enseño a vivir y me llevó a un futuro prometedor y lleno de esperanza, por seguir la analogía del libro.

Así que, me niego a vivir mi “paradoja de la máquina del tiempo” por el resto de mi vida, si así fuera la muerte de mi hijo sería en vano y eso no lo puedo permitir, NO, el me enseño que la vida vale la pena, no le importó estar enfermo, perder la vista, todo el dolor y todas la vejaciones que sufrió, el nunca se amargó ni nos reclamó nada, ni a nosotros, ni a Dios, ni a la vida. Sus última palabras antes de perder la fuerza para hablar fueron, cuando le pregunté como estaba, “Yo estoy bien papá y ¿tú?” yo estoy bien, lo extraño muchísimo y a veces la tristeza me confunde mucho, pero me repito todos los días que la muerte, como parte de la vida, no debe ser un drama, que la muerte enseña y da más de lo que quita, si podemos aceptarla.

Categorías: Reflexiones

Ciudad Universitaria

febrero 3, 2006 3 comentarios

Ayer por azares del destino me vi obligado a visitar la escuela donde estudié mi licenciatura. Facultad de Ingeniería, UNAM, Ciudad Universitaria…

Me sorprende como las cosas, por la falta de nuestra confirmación visual de que siempre han sido así, cambian y se transmutan en entes totalmente nuevos a sólo diez años de haberlos visitado por última vez. La verdad es que, seguramente la mayor parte de cosas que según yo no estaba ahí hayan estado desde antes de que yo siquiera hubiera nacido y seguirán ahí después de que haya muerto. Pero qué diablos, para el que mira lo que no recuerda, es igual como si todo aquello fuera la reciente creación de un Dios, con suerte también nuevo, a qué haya sido creado en los tiempos del Dios más viejo.

Todas las cosas, dicho sea de paso, según yo, cambian también, como bien dice la gente, dependiendo del cristal con que se miren. Así que estoy seguro qué de diez años para acá, los cristales de mis ojos deben haberse desgastado y en consecuencia reemplazado más de una vez, aunque mi participación conciente en este proceso sea nula. En consecuencia, no es de extrañar que la visión que me dejó el día de hoy de mi Alma Mater sea muy distinta a la de los recuerdos que las acciones de un muchacho incipiente y, decía mi madre, mal oliente, dejaran en mi memoria.

Me conmueve por mucho ver a todos esos estudiantes con la ilusión pintada en el rostro, algunos por la promesa del triunfo económico, otros por la promesa del triunfo sexual y otros por la promesa quien sabe de que cosa, pero al final todos iguales, de contentos, de preocupados y hasta de satisfechos, por que no faltaran aquellos que vienen de pasar el examen de Cálculo Vectorial en apenas 15 intentos.

Me conmueve también ver una ciudad en la que los edificios no son para dormir sino para despertar, en la que los jardines no son para cuidarse sino para hacer de lechos, en todos los sentidos, queda claro. Una ciudad en medio de un bosque que bien podría decirse está encantado, no por brujas ni chaneques, pero si por ilusiones y ambiciones, por amores escondidos y por, de vez en cuando, peleas y canciones.

Finalmente me quedo con las ganas de regresar para ver si ahora que me siento todo un hombre un par de maestros me recuerdan que para los fines que a ellos competen no soy mas que un intento de respuesta correcta en un papel, donde se pregunta la vida.

Categorías: Reflexiones

Ultimos poemas

febrero 1, 2006 2 comentarios

Estos son los últimos dizque-poemas que he escrito…

Me gustaría.
Me gustaría saber escribir,
o tener tiempo para hacerlo,
aunque no sepa como.

Me gustaría dejar de llorar,
mirar por la venta y reírme de la gente,
de sus trabajos,
de sus autos,
de sus hijos,
de sus gimnasios.

En lugar de eso,
salgo por la puerta,
me subo a mi auto,
pienso en mi hijo,
me voy al trabajo
y en la noche sudo en un gimnasio.

Me gustaría no extrañar a nadie,
me gustaría no tener una hipoteca,
un teléfono,
un celular,
una cuenta en el banco,
un dolor de cabeza.

En lugar de eso,
te extraño cada día más,
te odio por eso,
te amo por eso,
te llamo por teléfono,
no contestas,
uso el celular,
no contestas,
me duele la cabezay el alma.

Odio el 14 de febrero

El 14 de febrero mi auto nunca funciona,
hay un intenso olor a flores que,
me recuerda los funerales,
me decepciona,
odio lo rostros tristes de los que están solos,
y me dan asco los rostros felices de los que creen no estarlo.

Odio el 14 de febrero,
la gente en las calles,
los regalos,
los dulces en la oficina,
y los abrazos.

Me burlo de los demás y me deprimo,
me siento superior,
y en realidad me encuentro triste,
por mi realidad y porque olvido.

Olvido mis ilusiones y mis días de cupido,
olvido mis días sencillos
y la pasión sin compromisos.

Me queda mi odio y mi burla,
el comentario cáustico y desagraciado,
para llamar la atención,
para olvidar lo que he olvidado.

Uñas de acrílico

Uñas de acrílico,
corazón de condominio,
huyendo de la moda,
deseando una boda.

Cabello teñido,
alma asustada por el olvido,
inteligencia desperdiciada,
presencia sentimental y certeza desconfiada.

Uñas de acrílico,
corazón que cambia de opinión
nuevas promesas,
nuevas alcobas,
promesas viejas,
memorias añejas.

Esperanzas falsas,
botas negras y altas,
manos blancas tocándolo todo,
uñas de acrílico,
tan sólo fuiste sexo idílico.

Ya no veo el futuro

Miro hacia adelante,
me da miedo y me detengo,
camino sin rumbo y ya no pienso,
avanzo por un delgado alambre,
recuerdo tus palabras
y el llanto me hace preso.

Prefiero vivir el momento,
sin planear,
sin recordar,
prefiero arriesgarme a prepararme,
prefiero el sufrimiento que viene
a la soledad de la sobriedad y del bienestar.

Extraño el momento de otro tiempo,
y sin embargo, ya lo olvido,
me duele cada día el esfuerzo de la vida,
y otra vez me aferro al momento,
al bocado de aire, a la mañana fría.

Ya no veo el futuro porque no existe,
porque me enseñaste que la vida es de un día.

Prefiero que todo sea incierto,
para no llorar por los que no han muerto,
y no perder lo que no he tenido todavía.

Soledad

La falta de pertenencia me duele,
me detiene,
no saber que hay en mis adentros,
no intuir lo que desean mis sentimientos,
no poder llorar y no poder callar.

Estoy solo porque así me siento,
aparentemente me acompañan y sin embargo,
no hay nadie que llene el vacío del llanto,
no hay nadie que endulce este mar amargo.

Estoy triste porque no hay otro remedio,
porque he aprendido que no debe el sufrimiento,
desvanecerse para convertirse en miedo,
no queda entonces sino resistir este tormento.

Astillas

Aún recuerdo en mis tristezas,
las contadas alegrías
que cual suaves astillas,
dejaran en mi cuerpo tus favores.

Aún recuerdo tu cabello sobre mi almohada,
tu suave mirada desconcertada,
al sentir como un golpe,
en tu vientre,
el mar ardiente,
de mi pasión desbordada.

Hoy que nos separa,
un invisible vidrio de decoro,
no me queda ya más nada,
que llorar por tu ausencia,
brillante como el oro.

Categorías: Poesía